EL FLORECER DE LAS MARIPOSAS
Llega la primavera, y con ella se empiezan a gestar los primeros cambios emocionales, y es que como dice el dicho, la primavera la sangre altera. Altera las emociones, los estados anímicos, brotan sonrisas pero también depresiones, y es en este bagaje de sensaciones tan dispares donde la persona debe ser consciente de la afectación que se produce en el cuerpo.
En primavera, ya se empiezan a ver los primeros destapes de cuerpos ansiosos por transmutar el frío y la hibernación que conlleva el invierno, como osos dentro de la madriguera.
Es verdad que en esta época, al igual que los pájaros cantan y las flores florecen, las personas empiezan a desnudarse para permitir la entrada de los primeros rayos de sol, del compartir con amistades, familiares… de disfrutar de días más largos, de quizás, darse unos paseos por la playa, o deleitarse con picnics en vastos prados verdes. Es en esta desnudez del cuerpo y de la mente donde empiezan a escucharse los primeros argumentos acerca de la puesta en forma de la figura, como una especie de visado para entrar en la sociedad de la opulencia y del pecado capital de aceptar a las personas, me atrevería a concretar más, de aceptar a las mujeres, en función de su estado corporal, y es que, aún en pleno siglo XXI, las mujeres pasamos por una especie de radiografía que determina la estupidez de entrar o no en el cuerpo ideal y estéticamente perfecto.
Así vemos como las dietas exprés, milagro… aunque yo las llamo “detonantes de la mente y el cuerpo”, son el fruto a cosechar para la temporada de verano. No basta con darse baños de sol sino que además se recurre a esa máquina cancerígena llamada “rayos UVA”, algunas, además, optan por ir pidiendo fecha a alguna clínica de bisturíes y botox para empezar con la reducción de cierta parte del cuerpo, liposucciones u otras aberraciones cárnicas similares. Una serie de acciones que en estas fechas, más concretamente, se insertan en la vida diaria de las personas como si fueran una especie de necesidades necesitadas, algo así como el pan y el vino en la guerra civil española, lo que me lleva a pensar que si bien no estamos en una era de guerra como lo fue antaño, al menos sí, una guerra de la cosificación de las mujeres.
En este papel simbólico de atadura calórica, de mal-tratamiento y desvalorización de un cuerpo no inscrito en lo que la sociedad entiende por éxito corporal, los medios de comunicación de masas colaboran junto con las grandes industrias farmacéuticas, estéticas… encasillando y manipulando el cuerpo de las mujeres, afectando no sólo a las emociones sino a las acciones y pensamientos.
Damos así la bienvenida, a un poder de base patriarcal que estratifica a las mujeres en función de su cuerpo y no de su inteligencia o éxito personal, respaldado por datos estadísticos verdaderamente alarmantes. Por ello quisiera plasmar los datos obtenidos del documental Miss escaparate, (que recomiendo a toda la población) donde exponían que el 53% de las chicas de 13 años no les gusta su cuerpo, a los 17 años el porcentaje se incrementa al 78%. El 65% de las chicas padecen trastornos alimentarios. El 17% de las adolescentes se hacen cortes y se lesionan por no sentirse a gusto consigo misma. Los índices de depresión entre chicas y mujeres se han duplicado en los últimos 10 años. Aunque son datos americanos, los números no distan mucho de la realidad de nuestra sociedad.
Y es que, hoy día los medios publicitarios, a través de técnicas como el photoshop, hacen a las mujeres, verdaderas bellezas inhumanas, animando claro está, a conseguir un ideal estético desmarcado de la realidad en la que vivimos. Continuamente vemos mensajes subliminales que dañan la psique, sobre todo por no ser conscientes de ellos, interiorizando las imágenes y la concepción que de ellas se tiene, dejando de lado la verdadera belleza real, la de una misma.
Es evidente que todo tiene un trasfondo de estrategia económica, muy rentable para las grandes empresas farmacéuticas, estéticas, la moda… Bajo la retórica de mejorar la salud y el bienestar de las mujeres, lo que se esconde es una fragilidad y desvalorización de éstas. La cosificación de las mujeres está al servicio de los medios.
En este objetivo fin transmitido de que la vida es el cuerpo y el cuerpo la vida, ha desencadenado grandes consecuencias en la salud, el caso concreto de los trastornos del comportamiento alimentario, y que va in crescendo en mujeres adolescentes.
Algo marcha mal en nuestra sociedad democrática, si es que se le puede llamar así, y es que el desequilibrio de cuestiones no sólo de bienestar, sino de respeto de los derechos humanos en lo que refiere a las mujeres, parece ser que están sumergidos en un pozo sin fondo. Lo que me lleva a preguntar: ¿Hacia dónde vamos a llegar en temas como la corporalidad y la hipersexualidad atribuida a las mujeres? ¿Realmente está cambiando los estereotipos que aparecen en pantalla? ¿O se hace apología de los logros supuestamente alcanzados en las mujeres, aun sabiendo de una realidad nada idílica, para que las personas con capacidad crítica permanezcamos con la boca sellada? ¿Qué tipo de derechos tenemos que se flagelan tan fácilmente? ¿Acaso pedimos a los hombres que se pongan implantes de pene para ser mejores? ¿Por qué a una mujer si se le machaca a que se ponga implantes de pechos, se esculpa el cuerpo con terapias y tratamientos nada sanos? La diferencia en cirugía estética y tratabilidad es realmente pavorosa en un caso y otro…
Es entonces en estas disparidades, donde la frustración se hace presente, y con ella la falta de felicidad, autoestima y sensación de plenitud y bienestar se ahoga en un mar de botox y mentiras corporales, pensando que la salida es únicamente la aprobación de quien está delante. Y eso es realmente la enfermedad de una psique social y machista.
No culpo para nada a las mujeres que osan obtener la vida interior plena a través de su figura, ¡faltaría más! Al final se es objeto y mercancía del patriarcado, esclavas de las calorías y del machaque del cuerpo. Y eso gente de mundo, es trabajo de todas y cada una de las personas que viven en esta sociedad de la opulencia, la esclavitud y de falta de humildad.
Debo decir, al hilo de esto, que me alegra pensar que existen, y cada vez en ascensión, personas que luchan y visibilizan este tipo de aspectos y pensamientos no-éticos y amorales. Un trastorno alimentario no es sólo comer o no comer, vomitar o no vomitar, sino que lleva implícito una gran variedad de mensajes que afectan a la psique de la persona, y en esa corriente tumultuosa de prejuicios y malos tratos, debemos remar todos y todas al unísono.
Es importante que en la sociedad, nuestra cultura de un giro de 365 grados, que las pasiones y los objetivos de cada persona se haga desde el interior sin juzgar por lo que se ve desde afuera, que se nazca en un mundo donde la voz de las personas cuenten por igual, donde no haya desvalorización ni injusticias sociales ni fragmentación de derechos, somos personas diversas y eso en la vida, es lo más enriquecedor. Lo que necesita nuestra sociedad es una especie de catarsis espiritual, y creo que, aún con dificultades, vamos por el buen camino.
Este artículo, quizá, despierte, o al menos ayude, abrir los ojos de aquellas personas que todavía ven con contundentes legañas, o que no han podido salir del nido de esta sociedad patriarcal y esclavista que ve como normal estos temas. Me contento en asegurar, que aquella persona que lea esto, dé a conocer y comparta que la vida de las mujeres no pasa por la apariencia, sino por lo que los/as demás sienten y experimentan con ellas a través de flujos energéticos y no de superficialidades, pues es más que suficiente para ser, sentir y liberarse del cuerpo regido por el patriarcado. Ningún camino es de rosas, pero con ayuda, sororidad y confianza lograremos hacer un sendero sin asfalto, donde todos los días reine la primavera, como cuando los capullos se convierten en rosas de colores, las flores se abren y florecen, las abejas chupan el néctar que tan gustosamente adquieren del corazón de las flores, los pájaros cantan y los gusanos de seda se convierten en bellas y coloreadas mariposas. Surgirá entonces el florecer de las mariposas.