NO TODO LO QUE RELUCE ES ORO, AUNQUE SE LE PAREZCA
Bien, quizás, suprimir la última parte de los aplausos y de la euforia ante una morbosidad nada idílica, al menos para mí, pero para gustos: colores, no estaría mal. Pero vayamos al kit de la cuestión; y es que diría que esta modelo a tenido un par de ovarios para salir en televisión de esta forma diciendo lo que dice, ante la crítica social que ha recibido por prestarse libremente a circular en las playas exponiendo su cuerpo, tal como es, sin retoques de photoshop ni nada que se le parezca, sobre todo por el derecho que tiene de hacerlo, y considerando lo que eso le puede suponer en su vida de modelo y presentadora.
Ya dice un dicho que no todo lo que reluce es oro, y me explico. En el siglo XIX y XX las mujeres eran consideradas guapas y esbeltas a cuantas mas curvas tenían, y relucían a través de fotos, esculturas y arte, sinó que se lo pregunten a Rubens, en su famoso cuadro de las “Las tres Gracias”, entre otros. En pleno siglo XXI, el oro reluce en otra modalidad, a través de la delgadez extrema, insana e insalubre; igual de insana e insalubre era la de la extrema gordura, pues como la belleza era esa, las mujeres comían grasa hasta saciar, a extremos, su estómago.
Entonces, ¿Somos conscientes de que vivimos en una sociedad que controla y oprime, en mayor medida a las mujeres, para relucir en oro lo que es bronce, a costa incluso, de la salud?
Sinceramente creo que sí somos conscientes, pero cuando la lujuria ataca, como cuando el oro es al poder y a la supremacía; la belleza unida al éxito y al atractivo social, se manifiesta en forma de cataratas que ciegan los ojos, y es que a ojos que no ven, corazón que no siente, hasta que el corazón no aguanta tanta presión emocional y estalla en partículas, algo así como cuando explota un vaso de cristal y lo hace en pedacitos. Y luego viene la reconstrucción, si es que se puede, claro.
Muchas jóvenes, en esta catarsis social del éxito del cuerpo que vivimos, de la delgadez extrema y de la flagelación inconsciente y constante en esclavizar al cuerpo para ser eso que llaman, chica 10, entran en la burbuja del machaque, y sin querer o sin poder ver el malestar que les recorre muy lentamente, caen en la obediencia civil inmoral del no comer.
Pero los y las habitantes que coexistimos en esta sociedad del culto al cuerpo, cómplices en parte de esta opresión y esclavización, porque repito, no todo lo que reluce es oro, mantenemos y perpetuamos estos roles de mimetismo social de la belleza, perecedera y sinsentido, a través de argumentos que dicen qué dieta es la mejor, qué actividad quema más grasa o que producto han sacado para perder esos quilos de más, sin darnos cuenta que nos enfilan hacia el camino del espionaje, como conejos y conejas de indias, a experimentar y probar con la ciudadanía, y creyendo que estamos en libertad y actuamos desde el libertinaje, en realidad lo que hacen es que nos manipulan a sus anchas.
Hoy en día, sigue siendo un tabú que una persona tenga un trastorno alimentario, pero en cambio la sociedad de la opulencia, que navega entre el comer y no comer, entre la obesidad y la delgadez, se frota las manos con sonrisa pícara por la ganancia que le ofrece la industria farmacéutica, alimentos light, pastillas adelgazantes, deportes quemagrasas… y todas sus variedades. Y mientras tanto niñas y niños cayendo en la desdicha de hacerse valer por su cuerpo, como objetos corporales, punto imprescindible en su currículum vitae.
Aunque bien es cierto que ya hay redes que lo contrarrestan, modelos que reivindican, profesionales que se presentan en institutos para educar en valores, y mujeres empoderadas que salen en pantalla diciendo en voz tambaleante pero fuerte “Besar mi gordo trasero” http://www.upsocl.com/diversidad/una-mundialmente-conocida-modelo-reacciona-asi-cuando-la-critican-por-su-como-mantiene-su-cuerpo-2/ , aún queda mucho por visibilizar, y desde esta página, apostamos por ello, por seguir irrumpiendo la norma que maltrata a las personas y a mujeres en especial, y reivindicar “No ser PRESA de la TALLA”, porque las personas no somos números, sino sujetos de derechos.