A estas alturas, ¿alguna se sorprende? Porque nosotras, desde luego, no nos sorprendemos. Este nuevo caso de “señor aliado superfeminista y de izquierdas”, solo nos recuerda lo que ya sabemos: los espacios políticos (por muy de izquierdas que sean) reproducen las lógicas patriarcales que imperan en todos los sectores de nuestra sociedad.
Lo que distingue a un machista de derechas de un machista de izquierdas no es la conducta, sino las excusas. El primero se excusa, pero no se molesta mucho en disimular, mientras que el segundo esgrime palabras como “emancipar los cuidados” o citas de Marx y Engels, intentando adornar un discurso que no cambia lo esencial: la misoginia intrínseca que domina sus relaciones con las mujeres.
A menudo nos preguntan por qué las mujeres no damos un paso al frente para militar o asumir cargos de responsabilidad en las organizaciones políticas. Hoy, la respuesta está una vez más ante nosotras: no existen espacios seguros. La vida pública les sigue perteneciendo a ellos.
Nos enfrentamos a un sistema que, aunque enarbola la bandera de la igualdad, sigue protegiendo a los mismos de siempre. Las redes de apoyo sí existen, pero entre ellos. Todos se conocen, todos se encubren, y todos lo saben. El pacto de varones no entiende de espectro político, ni de derecha, ni de izquierda; desde comunistas, a liberales o socialdemócratas. Esto sucede allá donde mires: organizaciones políticas, sindicatos, entidades de educación formal y no formal, los espacios asociativos juveniles, Consejos… Ningún espacio está libre de machismo y violencia. Aunque no se cuente, aunque se ignore, aunque no se quiera ver. La hay, existe, la ejercen y se silencia. Los protocolos no funcionan, los discursos feministas son papel mojado, y las instituciones fallan en la creación de entornos donde podamos participar sin miedo a ser violentadas.
Solemos decir que no hay nada peor que un machista de izquierdas, y no es para menos. En los espacios políticos progresistas, además, se da una dinámica especialmente perversa con estos señores porque, en teoría, comparten nuestros ideales, son referentes en espacios donde el feminismo es condición y son aplaudidos por sus grandes discursos en materia de igualdad. Esto hace que para nosotras, las mujeres, sea aún más difícil alzar la voz y señalar el problema. Pero si algo sacamos en claro es que aunque el misógino “haya llegado a la contradicción entre persona y personaje”, misógino se queda.
Cada vez que se destapa un caso de violencia contra las mujeres, se nos recrimina el no haber denunciado. La realidad es que por más que denunciemos sigue existiendo la justicia patriarcal y ellos son los que siempre salen impunes. Denunciar se convierte en un acto de valentía. Cuando el sistema pone en duda constante nuestra credibilidad, nos revictimiza, culpabiliza y deja mucho que desear al momento de abordar aquellos casos respaldados por la cultura de la violación.
Desde Federación Mujeres Jóvenes nos solidarizamos con las víctimas. Esperamos que esto sea un aliciente para recordaros que no estáis solas y si una vez más el sistema no nos brinda protección, nosotras nos encargaremos de cuidarnos. Porque la verdadera revolución que se ha dado en la izquierda ha sido, y sigue siendo, la feminista.
Nunca volverán a tener la comodidad y complicidad de nuestro silencio, unidas somos más y mejores. Es hora de que la palabra pacto vaya indispensablemente acompañada de mujeres.